6 dic 2023

Tres.

Tengo tres cadenas 

y tres candados

además de un inmenso mueble 

bloqueando la entrada

yo sé que no vuelves

no espero nada

tres pasos a la derecha 

una hilera de labios

sabores mentolados

café, un poco de tabaco

el espacio en el que estabas 

no se encuentra inhabitado

tres pasos a la izquierda

sin embargo soy aquí 

la única presencia

los besos que no diste

los he regalado

con listones rojos, azules, morados

un charquito de sangre

se formó donde 

por última vez me abrazaste

tres, tres, tres

tres cadenas, tres candados

tres veces te fuiste

tres veces me marché

envolviendo estuve un libro

en papel crepé

sin destinatario, se deshace la encomienda

tres pasos al frente

un anillo y una promesa

una familia de fantasmas

que en la mesa vacía

formaban un triángulo

tres veces tres

navidades, años nuevos y cumpleaños

diez veces tres y uno

por esa matrioshka quebrada

que sostuviste una última vez

los buses van más rápido que la bicicletas

vamos al revés

potencial desperdiciado 

y el futuro más brillante

caminaban cerca descompasados

tres pasos hacia atrás

esta pieza musical inusual

ha acabado.


 

26 nov 2022

Sábado apático.

 Este es quizá el día más apático que he tenido en toda mi vida. Es sábado, recuerdo que solían ser días mágicos, esperados con ansias desde el fondo de mi agobiado corazón. Ahora la monotonía es tan grande que apenas si estoy segura de estar viva, solo existo porque no se me ha ocurrido adelantar un poco el pulgar mientras conectaba el enchufe de la laptop.

Es peculiar sentir así, más bien, no sentir en absoluto. Toda mi forma de expresión estaba basada en la escritura y viceversa, cada que escribía dejaba el corazón en aquello que estaba escrito y ahora cada que reviso antiguos escritos solo siento que leo a alguien con un increíble talento que no soy yo. Soy un estafermo clavado al suelo de un gran sembrío seco esperando ser arrancado por algún misericordioso huracán. No puedo empatizar con nadie, no tengo frío o calor, al escuchar música no percibo ningún cambio en mi ritmo cardíaco, no canto porque ninguna melodía parece ser acorde a esto. No es doloroso pero es absurdamente insoportable, desearía poder irme.

Estoy en una calle vacía mirando la pista frente a mí, el sol está cayendo y corre mucho viento, pero no lo siento tocar mi piel. Los carros pasan como las horas. Quiero cruzar.

¿Quiero cruzar?

3 oct 2022

Micro confesión de complicidad pasada.

 Confieso que eras mi lugar seguro. 

A veces, cuando estoy sola, imagino que te hablo. Seguro en otra dimensión una versión tuya aún me está escuchando.

9 ago 2022

Micro-confesión suicida.

 Lo peor de pensar en matarme es preocuparme por el gasto del ataúd, el nicho, la lápida. Ni siquiera puedo pensar que al morirme dejaré a todos en paz. No quiero ocasionar más problemas.

Encontraré la forma en que no sea necesario que me entierren o incineren, así quizá pueda irme sin preocuparme por eso. Me molesta no poder planear mi muerte de manera tranquila, no tengo nada más que hacer aquí pero tampoco puedo retirarme. Hasta morirse cuesta.

Inmersión

 Pareció que muchas cosas en mí no cambiaron, pero la verdad es que me sumergí tanto en mí misma que empecé a brillar para luego sumergirme nuevamente y extinguirme, las pequeñas acciones de otros ejercen la fuerza de un ciclón sobre nosotros y nos arrastran lejos de lo que fuimos alguna vez, es inevitable, todo cae a modo de dominó. No sé exactamente dónde estoy, absolutamente todo es agua, estoy flotando a la deriva, no hay sol, hace frío pero no suficiente como para tiritar. Me encuentro  dentro de una capsula tan grande que podría llenar dos galaxias apunto de colisionar, ¿hay paz?, no hay amor, no hay alegría, tampoco tristeza o desesperanza; hay un vacío inmenso y el cielo no existe, solo una inmensa bóveda color azul marino, no brillan las estrellas porque reventaron como burbujas, las vi explotar mientras estaba debajo del agua. No hay emoción alguna, estoy suspendida dentro de un inmenso mar pero no tengo miedo porque solo estoy yo, nadie puede sacarme de aquí, porque cree esta cápsula a base de lágrimas secas que se solidificaron hasta hacerse invisibles, nadie puede verla; pasan al lado de ella sin siquiera percatarse; estoy esperando a que el aire se acabe, no deseo salir de aquí, no deseo que estalle antes de haberme ahogado; no sé si es resignación o simplemente el agua disolvió todos los sentimientos que en algún momento tuve, no sé si son ganas de morir o es que nunca había tenido tanta tranquilidad en mi vida, solo deseo seguir sumergida, salir a la superficie a observar el vacío azul sobre mí, existir por inercia, flotar a la deriva, no hay nada más por hacer en este inmenso espacio. No quiero vivir pero tampoco soy capaz de morir, es una ironía cíclica reproduciéndose en mi cabeza. En este lugar no existen los sueños, la esperanza es una leyenda, un rumor lejano; pero quiero quedarme aquí, nunca me había sentido más a salvo. Solo esperaré a que se acabe el aire que aspiré con fuerza antes de hundirme, tendré menos energía para seguir saliendo a dar bocanadas; cuando todo sea dióxido de carbono podré ver todo apagarse ante de mis ojos. No soportaría volver al mundo exterior, no lo han notado y no echarán de menos mi presencia cuando me haya ido, ellos estarán bien, esta vez no tengo ninguna duda y me da una sensación peculiar de calma aletargada. No sé si estoy soñando o desfalleciendo pero no hay vuelta atrás, este lugar atemporal me llevará a descansar para siempre.

27 jul 2022

Rey enojado.

Cuando te enojabas algo brillaba diferente en tu mirada. Suspirabas molesto, rezongabas, cortabas las palabras con cuchillas invisibles, tus cejas formaban juntas un ángulo peculiar, enmarcaban un cuadro hermoso difícil de apreciar; a veces tu voz retumbaba dentro de mi pecho, yo me asfixiaba y siempre dije que odiaba cuando te enojabas, que me daba tristeza y era cierto. Pero incluso enojado siempre supe que me amabas, estando enojado te amaba, amaba los surcos que se formaban en tu frente, tu forma áspera de contestar, los ecos que escapaban al final de cada palabra, amé las veces en las que disparaste sabiendo que podías darme directamente en el pecho porque estaba consciente de que no era algo que hubieras planeado previamente. Cuando te enojabas parecías ser alguien salido de la realeza de algún lugar, trayendo en manos una mortal arma. Pero no había nada de veneno en la daga, solo filo y astillas en la empuñadura. Tu ira me convertía en un castillo de cristal, habitado por mil reflejos tuyos, proyectando miles de culpas, en todas las direcciones. Nunca supiste ni sabrás cuántas veces me quebré e inundé, no por pensar en tu enojo sino en tu huida. No te culpo por irte, esta playa está siempre en alerta roja a pesar de tener una vista hermosa. Si tuviera que coronarte te nombraría rey del enojo y el mal humor, el primero en la línea por quien caería de rodillas; el rey de las malas mañanas, del pesimismo y definitivamente de mi corazón. Amé cada enojo, a pesar de las lágrimas porque al final venía el abrazo que devolvía todo a la calma. Nunca te dije, pero también te amaba enojado y hoy jugando un poco con mis emociones tropecé con esta revelación tardía. Odié tu enojo durante el final de estos tiempos que antes fueron mágicos, me fui porque la carga era grande y me estaba sofocando, sin duda alguna extrañé tu enojo al no tenerte cerca, a veces aún lo extraño. Quizá porque más que verte perfecto, adoraba con toda el alma tu lado más humano.